CARTAS DE AMOR Y LAZOS DE SANGRE Las rosas crecían en tan poco tiempo, se iban inclinando y poco a poco se entrelazaban entre ellas, parecían lazos rojos o como yo las llamaba «lazos de sangre», su rojo vivo me enamoraba, y por muy tonto que parecía me hacían querer escribir cartas de amor. Pero para un amor que no es de nadie, un amor que no me pertenecía y no sabía su nombre. Entonces cada carta de amor que escribía la lanzaba al cielo y el viento se la llevaba, así con el fin de que alguien la encontrará y amará sus palabras tanto como yo, y si podía ser, me decía «quien la haya leído sepa como me he sentido». Pero esa vez las rosas lo sintieron, sintieron el amor y libertad, cuando sus pétalos sobrevolaban el cielo. S.M.T