El sufrimiento ―no así el dolor― nos grita que estamos vivencial o experiencialmente alejados de la vida, de nuestra verdadera identidad. Visto desde el otro lado, eso significa que en todo malestar ―tanto más cuanto más intenso sea― podemos ver un “aliado”, cuyo fin no es otro que el de reconducirnos a “casa”. Al comprenderlo y vivenciarlo, aparece la paz y la liberación del sufrimiento. EML